Capítulo II
“El Dragón del Sol”
Sentí un gélido sentimiento sobre mi cara, como si estuviera siendo observada por el más maligno ente en todo el universo, y mi sentido de defensa me despertó de un salto, haciéndome chocar con el metálico casco de un caballero draconiano.
“Ya era hora de que despertaras” dijo el caballero, fría pero cordialmente y alejándose un poco de mi. Quizás estaba asegurándose de que estuviera viva aun. “Bruja Alevevia, yo soy…”
Sin pensarlo rápidamente mi boca hablo más rápido de lo que mi mente puede detener las palabras antes de volverse voz, y dije aturdidamente “Mi nombre no es…” pero mordí mi lengua y bostecé haciendo una pequeña actuación para aturdir al enemigo y hacerlo creer que dormía por cansancio y así no dejar escapar la verdad.
“¿Qué hace un caballero despertando tan… cordialmente a una dama?” pregunte sarcásticamente.
“Mi nombre es Viktor, y seré tu guardaespaldas desde hoy… Son órdenes superiores de Lord Arkon” mencionó el caballero tratando de sonar lo más cordial posible, pero aun sin poder ocultar el verdadero sentimiento de aversión al acercarse a una bruja. Lo mire un momento de pies a cabeza, y aunque el casco cubría sus facciones sentí que su mirada no era del todo fría como el resto de los caballeros.
“Te diré un secreto caballero… Ya que serás mi guardaespaldas debo darte algo a cambio, está en mi naturaleza” dije lenta y solemnemente, haciendo sentir que las palabras estaban escritas en el contrato más importante de toda la historia. “Mi verdadero nombre no es Alevevia, mi nombre es Gerisse Di Laire.” El caballero solo asintió y para mi sorpresa retiro su casco para que pudiera ver su verdadero rostro. Mi corazón se detuvo por un segundo, un segundo que se volvió eterno, que parecía más que un mero segundo.
“Viktor Abigor” dijo el caballero e hiso una reverencia. Mi corazón perdió otro segundo.
La voz del caballero era más que una voz profunda de lo que parecía al escucharlo a través del casco, era una vibración que despertó todos mis sentidos, un sentimiento que solo me ocurre cuando el primer rayo del sol choca contra mi piel. Viktor observo mi reacción y me interrogo con su mirada si es que algo pasaba. Logre pestañar y una risa pequeña, la misma risa que me produce el amanecer escapo de mi pecho. Tape mi boca rápidamente y lo mire un segundo, su rostro no cambio de expresión.
“No es nada, solo espero que nadie sepa de mi nombre.” logre decir en un tono de voz irreconocible para mis odios.
“Si es una orden, tómalo por hecho.” El caballero mantuvo su postura solemne frente a mí. Me aferre a su confianza en las palabras que salían de su boca y volví a sonreír mas aliviada.
El sonido de la puerta me devolvió de un golpe a la realidad y volteé rápidamente a ver de quien se trataba. Antes de siquiera responder para dar permiso de ingresar a la habitación a la persona que esperaba afuera, Viktor le informo que podía entrar. Otro caballero un poco más alto que mi guardaespaldas entro a la habitación e hiso una reverencia hacia mí y mi guardián. Solemnemente se dirigió a Viktor y le informo que Lord Arkon requería de nuestra presencia en la sala mayor. Una mofa se dibujo en mi rostro al escuchar de nuevo ese nombre y la seriedad con la que el caballero hablaba. El tono de emergencia y de ansiedad en sus voces comenzaba a gustarme más y más. No es un sentimiento de odio hacia los caballeros, les tengo, de hecho, un respeto increíble. Es el odio de ellos hacia mi persona y mi casta el que me hace sentir ganas de demostrarles quien es más fuerte.
Caminamos en silencio hacia la Sala Mayor mientras el caballero me guiaba lentamente y mi guardaespaldas me seguía de cerca. Mi corazón se comenzó a acelerar una vez más al sentir la presencia de Lord Arkon cerca, y recordé que ya la había conocido antes, en aquella tortuosa noche donde tuve que despedirme de una de las cosas más preciadas, mi hermana Anatea. Seguí pensando en ello, distrayéndome del camino y olvidándome hacia donde nos dirigíamos. Mi cabeza comenzó a dejar correr mis recuerdos, los más hermosos que he tenido, cuando los cuatro elementos caminábamos juntos por el bosque de Grestim, olvidándonos del momento y del tiempo, disfrutando cada instante en nuestra propia compañía. Mis recuerdos comenzaron a inundarme el pecho nuevamente, mis ojos se llenaron de lagrimas y mi cabeza comenzó a desear con todas sus fuerzas que el tiempo pudiera volver a atrás, arreglar los errores, idear otros planes y olvidarme del presente que llevo, en soledad, esperando encontrar respuestas que quizás jamás consiga encontrar.
Perdida en mis pensamientos sobre un pasado hermoso junto a mis seres a queridos no note cuando el caballero que iba guiándonos se detuvo frente a una enorme e intricada puerta que parecía trabajada y decorada por diseñadores con estudios profundos en anatomía draconiana. El dragón que estaba esculpido y se posaba en la entrada con un aire de bienvenida hiso recorrer un escalofrío por mi espalda, y mientras el guía abría la puerta un olor a tierra húmeda golpeo mi nariz, mi corazón se acelero, estoy segura que Viktor o el guía podían escucharlo. No quería entrar, no quería dar un paso hacia adelante, pero fue mi guardaespaldas el que me despertó de mi deseo de no avanzar y me informo que esa era la Sala Mayor, aunque dentro de mi ya lo sabía, ese aroma, ese dragón, esa presencia detrás de las sombras que se producían con el fuego, ya sabía de la existencia de todo ello. Mire en silencio a Viktor y me di cuenta que quizás no había ni siquiera salido de su nido cuando yo ya me había encontrado en este lugar, hace trescientos años atrás.